#VivasNosQueremos...Libres y Seguras

Querid@s Estrellad@s:
El pasado domingo 24 de abril se llevó a cabo la Movilización nacional en contra de la violencia machista en la Ciudad de México, así como en otras ciudades de la república mexicana. El objetivo de esta marcha no sólo era el de manifestarse en contra del machismo muy caracteristico en México, sino también en dar a conocer que nadie (tanto hombres como mujeres) se salva del acoso sexual.

     Después de #GamesofThrones, el hashtag #MiPrimerAcoso fue Trending Topic en las redes sociales, en especial Facebook y Twitter, durante el fin de semana. Precisamente, en estos medios alternativos de comunicación donde yo descubrí las historias que muchas mujeres, tanto conocidas como desconocidas (y algunos hombres), vivieron.

        Mientras leía estas vivencias, trataba de recordar mi primera experiencia de acoso sexual. No recuerdo cuando ni cómo fue, pero en mi memoria aparecieron una serie de eventos desagradables para una niña, para una joven universitaria y para una recién egresada que van desde la "inofensiva" declaración de amor del tío; las proposiciones indecorosas de un ex jefe, hasta el "juego" del ex novio de bajarte los pantalones cuando se están a solas. Sobre todo y para resaltar, los silbidos y comentarios lascivos en la calle de desconocidos.

          Con respecto al acoso callejero, ya nadie está ajeno a esta problemática y lo que es peor, se tiene tan cerca del hogar y para muestra esta anécdota: Unos parientes muy cercanos contaron con lujo de detalle que después de estar en el billar una tarde jugando y tomando; condujeron a la casa y en el trayecto, se encontraron dos chicas caminando tranquilamente sobre la acera (era alrededor de las 19:00 hrs). Pensaron que sería divertido "tortear" (darle una nalgada) a una de ellas sin bajarse del auto. Así que el conductor dio la vuelta de tal manera que el copiloto pudiera sacar parte del cuerpo y poder moverse sin problemas y darle el tan ansiado tortazo.

     Obviamente que la pobre víctima se sintió no sólo pasmada y agredida por lo sucedido, sino también adolorida por la fuerza del golpe recibido. Las mujeres que estábamos escuchando, les preguntamos muy indignadas: ¿Y si hubiera sido tu hermana, prima, tía, madre, hija, etcétera quién recibiera ese insulto?. Su contestación de modo sárdico fue: Claro que no, ya que USTEDES no están por esos lares. Además, solo fue una vez. Lo que para ellos sólo fue una travesura de muchachos, pero en realidad se convirtiendo, aunque sea por un día en acosadores.

    Así pues, habrá más de un millón de excusas por parte de los victimarios como la vestimenta, la hora, el lugar, los amigos, y hasta la religión por dictar la conducta de la sociedad. En fin, con estos casos y lo que se vive día a día en la ciudad, yo no me sentía cómoda en ningún lado y mucho menos usar un vestido o un escote, porque sentía las miradas lujuriosas y en ocasiones, los tipejos trataban de la manera más descarada propasarse en la calle o en el transporte público.

      Cuando viví una larga temporada en Barcelona, de cierta manera me sentí libre porque podía caminar en la calle sin que alguien dijera un piropo libidinoso, asimismo no había miedo en la forma de vestir o en la hora donde me encontrase. ¡Era fantástico un lugar para toda mujer sin acoso callejero! Sin embargo, mi Utopía se vino abajo cuando algunos paquis (paquistaníes residentes del país) me observaban como si me desnudaran con la mirada y en una ocasión, uno se atrevió a tocar mi pecho, diciendo que estaba señalando el collar que llevaba puesto.

    Mi amiga, originaria de los alrededores de la capital catalana, decía: Entiendo que en su cultura, sus mujeres se tapan y las deben de respetar, pero eso no les da derecho de faltar el respeto a otras mujeres que no formamos parte de su cultura y tradición. Tanto una parte como la otra (hablando de intercambios interculturales) debe haber respeto, toletancia y disposión de aprender del otro. Claro está, hay sus excepciones y no hay que generalizar.

     Así fue como yo ya encontraba predispuesta a que un determinado número de paquis lo hacían, y que eran mejor evitarlos. En ese aspecto parecía marchar bien hasta que un día me pasó lo siguiente; ese fin de semana hacía mucho calor e iría a la playa con los amigos, por lo que puse un short. Mientras caminaba por la calle dirigiéndome al metro, un hombre mayor sale de la nada y me dice con acento andaluz: ¡Ay, qué blanquita!. Lo peor de todo fue que no dejaba de verme fijamente, haciendo un recorrido con la mirada de los pies a la cabeza. Naturalmente, el trayecto a la playa lo pasé cohibida.
   Cabe mencionar que hubo veces en las cuales iba con mi amigos a las discotecas muy característcas del Puerto Olímpico de Barcelona, había uno que otro descarado que ponía su mano en mi trasero justificando la multitud y el exceso de alcohol. Hubo una vez un muchacho, que no revasaba los 30 años, casi estrujó su mano en mi trasero y lo peor fue que su novia estaba a su lado. Yo no supe si ella se enteró o se hizo la tonta para no enterarse, pero su novio no parecía inmutarse de mi enfado y de mi reclamo.
       Después de mis aventuras y de estas desventuras en España, cambio mi residencia hacia un país menos emocional y más racional como Alemania. En efecto, en tierras germanas es posible encontrar oportunidades tanto profesionales como personales para una mujer y sobre todo, hay cierta libertad para las mujeres en vestir y andar cómo y en donde quiera porque no hay acoso callejero...ingenua de mí, que terminé estrellándome nuevamente.
     Ese día en particular, hacía más calor de lo normal, 35 grados en junio y llevaba puesto una blusa delgada y ajustada. Caminaba rumbo a la estación del tren y en contraflujo iban varias personas y entre ellas, un hombre. Realmente no le puse atención pero era un fulano de aproximadamente 40 años y caucásico; quien aprovechó la estrechez de la calle para acercarse a mí y decir lo más cerca de mi oido "Mamma Mía". Asimismo, soltar una mirada de lujuria a mis pechos. Cómo han de comprender, yo me sentí incómoda con la blusa y me arrepentí el resto del día por habérmela puesto.
     En fin mis querid@s estrellad@s, con esto quiero decir el acoso está latente en cualquier lugar del mundo y puede suceder en cualquier momento. Claro está que no es lo mismo en un país que solo podría suceder una vez al año (de ser posible) a vivirlo diario. No obstante, el sentimiento de impotencia y frustración es igual sea donde sea.
     Desgraciadamente, México y la mayoría de los países de Latinoamérica se lleva a cabo de manera regular donde dejan a su víctima (ya sea hombre o mujer) vulnerable y con miedo. Nada, absolutamente nada justifica el acoso y menos verlo como normal, sobre todo si se denigra la integridad física y psicológica de la persona.
    Por lo tanto, pedimos empatía y fuerza para que podamos estar libres de todo tipo acoso ya que #Vivasnosqueremos.

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